Análisis de símbolos de exilio presentes en cuatro relatos de “El Libro de los Abrazos” de Eduardo Galeano
Introducción
El exilio como experiencia humana, es un fenómeno que se ha dado desde el inicio de la humanidad. Así sea por motivos políticos, bélicos o religiosos, millones de personas en el transcurso de la historia han debido movilizarse buscando refugio en otros lugares. Esto ha generado expresiones de todo tipo por parte de los afectados directa e indirectamente, reflejándose su sentir en canciones, películas, cortometrajes, pinturas, y relatos literarios. Estas narraciones, tienen en común algunos símbolos compartidos por varios autores, que dan cuenta del proceso vivido y más que contar una historia exacta, precisar o dejar constancia de los actos acaecidos, son expresiones que muestran otra cara del fenómeno: las repercusiones emocionales.
En el siguiente artículo se analizarán los relatos del escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien recopiló en “El libro de los abrazos” publicado en el año 1989, una serie de historias breves, en las que se destacan cuatro: El río del Olvido, El adiós de los sueños, Los sueños del fin del exilio y Celebración de amistad. Este libro corresponde a un conjunto de historias breves sobre Latinoamérica durante los setenta y ochenta, mostrando realidades sociales, políticas y emocionales. Dentro de este libro hay veinticuatro historias que hablan directamente del exilio. Estas historias pueden dividirse en tres grupos: antes de salir, una vez fuera y el retorno. El autor entonces entrega relatos de estas fases de su exilio además usando símbolos recurrentes en este tipo de experiencia, sobretodo en el caso latinoamericano, que es la valija que no se deshace y que se mantiene siempre a la vista, el guardar las llaves de la casa que se deja atrás, la nostalgia y el choque cultural.
Es importante continuar con el estudio de las experiencias de exilio, ya que si bien, corresponden a un grupo minoritario de la población, este grupo muchas veces queda a la deriva y sin apoyo ni de los países que les acogieron ni de aquellos que los echaron. Por otra parte, existe el concepto erróneo que los exiliados se “salvaron”, ya que escaparon del conflicto y por ello, “fue más fácil”. Transparentar y visibilizar la experiencia desde lo emotivo, desde lo interno, es parte del proceso de sanación que tienen los países que sufrieron estas experiencias políticas y es parte del trabajo de crear memoria una memoria colectiva.
Galeano
Eduardo Galeano es un escritor uruguayo. Es un conocido literato de izquierdas, autor de otros libros reconocidos, como “Las Venas Abiertas de América Latina” y “Memoria del Fuego”. El primero fue censurado en Chile, Argentina y Uruguay durante el periodo de dictaduras, lo que lo llevó al arresto y posterior exilio. Su exilio comenzó en Argentina primero y luego se fue a España por varios años.
Galeano escribió varios libros con breves historias, de las que destacan narraciones de sus experiencias en el exilio, siendo el más conocido el Libro de los abrazos, pero también existe “Mujeres”, “Espejos”, entre otros. Si bien estos dos últimos mezclan varias temáticas, es en el “Libro de los Abrazos” en el que es posible leer más sobre el ambiente y clima político latinoamericano durante las complejas décadas de los setenta y ochenta.
Las vivencias aquí expresadas son de toda índole, experiencias personales, anécdotas, y otros. Al ser literatura, en varias de las historias queda un dejo de realismo mágico y en otros es posible reconocer pasajes realistas. De todas maneras, así sea o no fantasiosa su escritura, permite experimentar (si es que no recordar) vivencias de las dictaduras en América.
Por ejemplificar esta idea, en una de las historias fantásticas, se puede mencionar la siguiente:
“Esa mujer de Oslo viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos, uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento, y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos; y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano, que viviendo, que diciendo va”. (Galeano, 1989).
Con este fragmento el autor crea una imagen clara de una mujer, usando una metáfora y metonimia. Podría haber sido una mujer que al escucharla, siempre tendría una anécdota que contar o efectivamente una mujer con faldas llenas de papeles. No podemos corroborarlo.
Por otra parte, entre los ejemplos más realistas se pueden destacar citas como esta.
“Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar. Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso. Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano: —Decilea… —susurró el niño—. Decile a alguien que yo estoy aquí”. (Galeano, 1989)
Esta historia es conocida. Es recurrente en libros, películas y narraciones.. Hoy en día, considerando la contingencia del país con la pandemia que se vive a nivel mundial, este tipo de relato no es desconocido. Cientos de personas que mueren en hospitales que solo alcanzan a despedirse a través de una pantalla o en el más absoluto de los anonimatos. A este fragmento no se le puede cuestionar entonces su verosimilitud.
Los retazos aquí destacados muestran esa diferencia que a ratos hace soñar y en otros hace caer a la realidad. Este libro con sus breves relatos pareciera ser una montaña rusa emocional. Esa mezcla se vive igualmente en aquellas narraciones referentes al exilio, así sean un recuerdo o una forma de expresar lo allí vivido.
Maleta y llaves
En estos relatos destacan ciertos símbolos, que se repiten como temática propia del exilio, con elementos concretos que no dejan de aparecer en diversas narraciones que apelan a estos procesos, como ocurre con las llaves y maletas. Un ejemplo es lo que ocurre con la historia “Celebración de la amistad” en la que menciona a otro escritor, Benedetti:
“En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por… —Llave, por llave—me dice Mario Benedetti. Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron” (Galeano, 1989).
Esta anécdota da cuenta de una actitud de exiliados que esperaban volver: guardar las llaves de sus casas.
Pero este tipo de anécdota es común en los exilios latinoamericanos, no así en los exilios europeos, en que se narra comúnmente dejar las llaves atrás, como cuenta Ken Follet en “El umbral de la eternidad”, que previo a la caída del muro de Berlín, en un sector sin vigilancia, las personas estacionaban sus autos, colgaban las llaves en un árbol cercano y cruzaban al lado occidental, en un gesto de “borrón y cuenta nueva” (Follet, 2017). Esta diferencia también se refleja en otras obras y en memorias de personas que escaparon de los conflictos europeos del siglo XX. En una de los cuentos cortos de Julio Cortázar, “Casa tomada” publicada en su compilado “Bestiario”, se hace mención a esto. Una pareja que habita en una casa, que ha sido ocupada por presencias que no se describen mayormente. Así la pareja recula hasta que finalmente, no queda más que huir de ahí con lo puesto y cierra agregando “antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada” (Cortázar, 2017) . Este libro fue escrito en 1951 y Cortázar ya residía de manera permanente en París por voluntad propia, pero muchos han considerado este cuento como un símbolo del exilio, por este y otros símbolos que aparecen en la historia.
La llave para Galeano, en este relato en particular, no solo es un objeto simbólico. Es un talismán, uno que ha marcado la presencia de amigos en el extranjero, como lo comenta usando las palabras de Benedetti. Esta llave no es un recuerdo, es vida. Así mismo, albergar las llaves de los amigos puede salvar a otros.
Las llaves y lo que simbolizan, el dejar atrás todo lo seguro; y las maletas, símbolo claro del viaje, son las dos figuras que tienden a repetirse en las narraciones de exilio. En las narraciones de Eduardo Galeano compiladas en el “Libro de los abrazos”, estos dos factores aparecen en 24 historias.
Las maletas, siendo el símbolo clásico de los viajes, en una metonimia que representa toda aquella experiencia. Desde el Chavo del 8 partiendo de su hogar con una bolsa en la que empacaba sus pocas pertenencias, hasta el ligero equipaje para tan largo viaje de Nino Bravo, la maleta está también presente en muchas de las representaciones de exilio. Se ve al viejo español en la película “La Frontera”, del año 1991 y dirigida por Ricardo Larraín, que se pasea por el pueblo con una maleta y dice que se va a España cada día (Larraín, 1991).
En el reportaje “Exilio Heredado” la autora explica también el sentir de muchas personas al irse al exilio, quienes pensaban que esta situación no podría durar más que unos seis meses, que era lo presupuestado inicialmente por el gobierno militar para restaurar la situación del país (Cavallo, Salazar, & Sepúlveda, 2008)y por este motivo no desarmaban las maletas (Gutiérrez, 2016).
Otro de los fragmentos que comparte Galeano es “Los sueños del fin del exilio/1” en el que también usa esta metonimia:
“HELENA soñó que quería cerrar la valija y no podía, y hacía fuerza con las dos manos, y apoyaba las rodillas sobre la valija, y se sentaba encima, y se paraba encima, y no había caso. La valija, que no se dejaba cerrar, chorreaba cosas y misterios”.
En el caso de Galeano, Helena, no puede cerrarla. Al término queda claro el motivo: está llena. Si en un viaje, planificado, por pocos días, las maletas muchas veces no cierran al regreso, porque van cargadas de recuerdos y regalos, en el caso de los exilios pasaba igual. Empacar la vida reformulada en un nuevo lugar, desde cero, dejando inconclusas muchas cosas y con la incertidumbre siempre a cuestas en la cabeza, cerrar esa maleta no es únicamente un problema de si caben o no las cosas. Aquí se puede tomar desde su sentido literal como mencionábamos recién o incluso llevarlo a un plano metafórico en el que volver a empacar para volver a emprender el viaje hacia una nueva incertidumbre por segunda vez no es fácil. Aquí chocan dos sentimientos encontrados: querer retornar al país de uno y no querer dejar el lugar en el que las personas rehicieron sus vidas. Esto también es palpable en la película “La Frontera”. (Larraín, 1991)
En “El río del olvido” del autor uruguayo, también queda explicitado este sentimiento, cuando al cierre aclara que esas personas “ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias” (Galeano, 1989) y lo ejemplifica con aquellos gallegos, que luego de su exilio en Argentina, retornaban a sus patrias y ponían locales con nombres que recordaban su experiencia vivida con nombres como “La Buenos Aires Querido”, “Uruguay”, Venezuela” o llenando de banderines de sus equipos argentinos favoritos. La misma añoranza vivida al irse, se repite entonces al retornar.
El choque cultural
Por otra parte, se hace mención de aspectos más anímicos como la nostalgia constante; el choque cultural al llegar a esa nueva patria o al retornar al país que dejaron hace tantos años y no saber reconocerlo; o el tiempo que se congela al irse y querer permanecer así por siempre. Estos ámbitos se repiten en narraciones ficticias como la Odisea, cuando al inicio Ulises llora en la isla en la que se encuentra hace años junto a la diosa Calipso “Y sentado en la playa lo halló y anegados tenía, como siempre, los ojos, y se iba su dulce existencia consumiendo, esperando partir (…)”. (Homero, 2015).
Cuando persona emprende un viaje, por el motivo que sea, el choque cultural muchas veces es fuerte. Tener de desayuno pepino y crema ácida en Estambul, querer una copa de vino en Argentina o España y recibirlo con hielos flotando, querer salir al frío en Canadá y dase cuenta que la ropa que uno llevó no sirve en esos climas tan fuertes o quizás subestimar el sol ecuatoriano. El choque cultural es muchas un factor que puede llevar la experiencia de viaje a otras dimensiones.
El caso de los exiliados es extremo. Este grupo de personas, debieron salir de su país siempre en las mismas condiciones: rápidamente, de manera precaria y sin saber a lo que llegarían. El choque cultural entonces es bastante más fuerte. Galeano lo expresa de bastantes maneras, haciendo historias con su clásico tono irónico, como relatando realidades tan crudas con el más sencillo de los lenguajes.
Memoria
Galeano retrata la memoria usando una anécdota que escucho en su exilio:
“La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos, en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico, se habían detenido a la orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene. Yo estaba empezando mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para borrar la memoria, ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé toda una mar? Pero yo había estado recorriendo los pueblecitos de Pontevedra y Orense, y había descubierto tabernas y cafés que se llamaban Uruguay o Venezuela o Mi Buenos Aires Querido y cantinas que ofrecían parrilladas o arepas, y por todas partes había banderines de Peñarol y Nacional y Boca Juniors, y todo eso era de los gallegos que habían regresado de América y sentían, ahora, la nostalgia al revés. Ellos se habían marchado de sus aldeas, exiliados como yo, aunque los hubiera corrido la economía y no la policía, y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias” (Galeano, 1989).
El escribir es una forma de reparar, de reconstruir el proceso para poder entenderlo mejor, un proceso de la reconciliación interna. Y son muchos los que han optado por crear narraciones de ficción para poder trabajar con este dolor, como es el caso de Gabriel Osorio con su corto ganador de un Oscar “historia de un oso” (Perasso, 2016) o Loreto Caro con largometrajes. También están los que cantan, los que escriben, pintan… La narración en este caso cumple una misma función para dos sujetos distintos: el autor y el lector y en ambos casos, el relato entregado construye memoria y con esa memoria, se construye sanación.
“¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón”. Escribe Galeano. La historia entrega datos, entrega conceptos, entrega hechos quizás refutables, pero tan detallados y con datos recabados de tantas fuentes, que cuesta más.
Son muchos quienes en su exilio o en su retorno escriben o narran de alguna manera lo sucedido. Esta es una forma terapéutica de comenzar el proceso de sanación o de comprensión. Poner en un formato la experiencia propia y querer verbalizarlo. Esto ocurre en todo orden de cosas, así sea en terapias formles al consultar el experto “Por qué viene” o al preguntarse cada individuo aquellos cuestionamientos fundamentales, naturales e inherentes al ser humano. Tras un proceso traumatico, entonces es solo natural que las personas quieran expresar este malestar de alguna manera y algunos, compartirlo con otros. “¿Para qué escribe uno?” pregunta Galeano, quien así mismo responde esta misma “si no es para juntar sus pedazos”.
Conclusión
El fin primero entonces de este libro, no es hacer memoria. Galeano no trabaja particularmente el concepto en sí, ni tampoco expresa un afán social con este compilado, pero si el autor deja explicitado su deseo de sanación en esta historia y en otras como Río del olvido y en otras imágenes, como la de Helena que no puede cerrar su maleta o la mujer de Oslo que en cada bolsillo alberga la memoria de alguien quien ella considera no debiera ser olvidado. Pero estos no son manifiestos históricos. Lo que relata Galeano es una forma de catarsis. Su dolor es el principal elemento en sus narraciones y como se mencionaba al principio, si bien las historias no parecen muy claras del todo, verosímiles, ni son muy detallas, no es necesario siquiera entrar a la discusión si es valido refutar o corroborar esta información. No es un texto para el lector, es para él, quien regala esta experiencia al lector una vez vivido el proceso completo. Ficcionar en este caso entonces tiene la función de mostrar al lector esa faceta personal, esa faceta íntima, los miedos, la inseguridad, el apremio por salir y con esto construir memoria, para que nunca más.
Bibliografía
Galeano, E. (1989). El Libro de los abrazos (la creación literaria) . México: Edición de Kindle.
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Cavallo, A., Salazar, M., & Sepúlveda, O. (2008). La historia oculta del Régimen Militar. Santiago: Uqbar Editories.
Cortázar, J. (2017). Bestiario. Santiago: Penguin Random House.
Follet, K. (2017). El Umbral de la Eternidad. Barcelona: Plaza y Janés.
Larraín, R. (Dirección). (1991). La Frontera [Película].
Gutiérrez, V. (2016 de diciembre de 2016). Exilio Heredado. Obtenido de Ni tanto tampoco: https://nitantotampoco.com/2016/12/29/exilio-heredado/
Wikipedia. (20 de junio de 2020). Eduardo Galeano. Obtenido de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano
Perasso, V. (29 de febrero de 2016). «Historia de un oso», el corto animado que logró el primer Oscar de la historia para Chile. Obtenido de BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160226_oscar_2016_nominados_chile_historia_de_oso_gabriel_osorio_gch_vp