Si hoy en la noche, por mi ventana apareciera una luz enceguecedora, se abriera la ventana y bajara un ángel, si ese ángel me preguntara con voz de mil campanas celestiales si quiero ser la madre de Dios, le diría que no. Lo malcriaría y dejaría la escoba con la religión.
Jesús me pediría Coca-Cola y aunque sé que es mala, le daría. Me pediría ayuda con las tareas, se las haría enteras y luego le iría mal en las pruebas. Lo retaría al final del año, con las notas en la mano y preguntándole cosas como «¿qué significa esto?». Le enseñaría a hacer burbujas de baba y a chiflar con los índices, a ponerse una hebra de pasto entre los pulgares y soplar para que suene. Haríamos competencias de túneles en la arena y en las sandías.
Le diría cosas como que la neblina es una nube que iba caminando por el cielo y que se tropezó, que las mandarinas son naranjas que se quedaron chicas por no tomarse toda la leche y que si uno tiene la mano más grande que la cara, tiene cáncer. Le enseñaría a andar en bici y le gritataría “Si te estoy afirmando” aunque no sea así, porque en verdad ya no puedo correr detrás de él porque con dos pasos, me daría ataque de asma. Así perdería la confianza en los adultos y reafirmaría esa desconfianza el día que le diga la verdad sobre el Viejito Pascuero.
No lo dejaría carretear con ese niñito… cómo es que se llama ese, que es tan malandra… ese niñito, Judas. Él saldría a escondidas a juntarse con él. Se curarían juntos, fumarían marihuana que anda trayendo ese niñito en la mochila. Algún dia los pillarían los pacos y Judas le diría que la marihuana no es suya, que es de Jesús. Se iría a la cana. Lo iría a buscar en pijama y con Crocs. Le gritaría en el auto de vuelta a la casa y lo castigaría todo el fin de semana. El lunes llegaría como el héroe al colegio. Ese cabronazo luego sería nuestro líder y el representante supremo de la nueva iglesia. tendría una sola fan. Su Puta Santa Madre (puta+santa se anulan), o sea yo.