Estudio de la descripción de la violación en la literatura a partir del caso de Rayuela escrito por Julio Cortázar
Abstract: La violación de La Maga es mucho más que un relato en un libro. Es una perpetuación de discriminación menosprecio a la agresión más común que sufren las mujeres a nivel mundial. A través del análisis de este pasaje del libro Rayuela de Julio Cortázar se analiza la ficcionalización de los relatos de violación.
Introducción
La Maga es uno de los personajes principales de una de las novelas más célebres de Julio Cortázar. Objeto de admiración de muchos, La Maga se convirtió en un ícono para muchas generaciones, pero llama la atención dentro de los cientos de capítulos del libro, dos en los que esta personaje relata cuando la violaron a los 13 años. Esta narración carece de los elementos comunes que aparecen en este tipo de experiencias. Al contrastarlo con escrituras de mujeres o con otros textos, la violación de la Maga parece apropiación por parte del autor que utiliza esta vivencia como una estratagema en su narración, quedando un relato abyecto e impersonal.
La relevancia de analizar este tipo de narraciones, porque es desde la literatura que muchas veces también se perpetúan prejuicios y estereotipos tremendamente dañinos, que afectan a las lectoras, impidiendo un desarrollo sexual o incluso integral correcto. Son muchas las mujeres abusadas y violadas. Muchas más de las que se cree por cuestiones como la falta de denuncias, el guardarse el secreto y muchas veces el confundir los abusos con cotidianeidad. Es por esto que este tipo de relato no ayudan a la construcción de una sociedad más sana, si no que insita a mantener el secreto a mantener la angustia y la vergüenza por actitudes como las de Oliveira, que se han repetido en incontables historias y más aún, en incontables casos de la vida real. Por otra parte este tipo de escritura, que tan sanas parecen, realizan un efecto similar al porno, pero aún más dañino, poque al menos las películas de este género, se entienden que son exageraciones, pero en la literatura no, se toman estas mismas exageraciones, discriminaciones y hegemonías del patriarcado en un modo tal que parecen naturales.
Ficcionar y leer ficción, si bien es una entretención, ayuda a las personas a empatizar, a conocer realidades lejanas y poder interiorizarse en temas que muchas veces son ajenos. Al utilizar experiencias desconocidas, sin una propia investigación al respecto, es posible caer en errores que pueden ser dañinos. Es por esto que se busca mostrar este tipo de relatos y dar a conocer que no debe considerarse como una realidad a considerar y que es probable que este tipo de narraciones puedan llevar a confuciones.
Desarrollo
Julio Cortázar es un escritor argentino que en los años 60 se fue a vivir a París. En el año 63 escribió Rayuela, su única novela (todo lo demás son compilados de cuentos cortos, charlas o en el caso de La vuelta al día en 80 mundos, son ensayos).
Rayuela es una historia que ha llamado por décadas la atención, especialmente en el público joven, por su modalidad más lúdica, formato de lectura libre y por la historia en sí, llena de realismos mágicos, anécdotas divertidas y conversaciones de todo tipo.
Esta historia narra la relación un tanto tortuosa de sus dos protagonistas: Horacio Oliveira y La Maga. Ambos viven en un departamento pequeño en Paris, en un estilo de vida bohemio, decadente y lleno de referentes culturales. Tienen amigos extranjeros y se juntan a escuchar discos y tomar. Entre los eventos del libro, se detalla una reunión en particular entre amigos, que entre cigarros, música y alcohol, La Maga relata cómo era su vida en su país natal: Uruguay. En ese capítulo, entre bohemia y nombres de músicos, ella narra cómo la violó un negro a sus 13 años.
—En Montevideo no había tiempo, entonces —dijo la Maga—. Vivíamos muy cerca del río, en una casa grandísima con un patio. Yo tenía siempre trece años, me acuerdo tan bien. Un cielo azul, trece años, la maestra de quinto grado era bizca. Un día me enamoré de un chico rubio que vendía diarios en la plaza. Tenía una manera de decir «dário» que me hacía sentir como un hueco aquí… Usaba pantalones largos pero no tenía más de doce años. Mi papá no trabajaba, se pasaba las tardes tomando mate en el patio. Yo perdí a mi mamá cuando tenía cinco años, me criaron unas tías que después se fueron al campo. A los trece años estábamos solamente mi papá y yo en la casa. Era un conventillo y no una casa. Había un italiano, dos viejas, y un negro y su mujer que se peleaban por la noche, pero después tocaban la guitarra y cantaban. El negro tenía unos ojos colorados, como una boca mojada. Yo les tenía un poco de asco, prefería jugar en la calle. Si mi padre me encontraba jugando en la calle me hacía entrar y me pegaba. Un día, mientras me estaba pegando, vi que el negro espiaba por la puerta entreabierta. Al principio no me di bien cuenta, parecía que se estaba rascando la pierna, hacía algo con la mano… Papá estaba demasiado ocupado pegándome con un cinturón. Es raro cómo se puede perder la inocencia de golpe, sin saber siquiera que se ha entrado en otra vida. Esa noche, en la cocina, la negra y el negro cantaron hasta tarde, yo estaba en mi pieza y había llorado tanto que tenía una sed horrible, pero no quería salir. Mi papá tomaba mate en la puerta. Hacía un calor que usted no puede entender, todos ustedes son de países fríos. Es la humedad, sobre todo, cerca del río, parece que en Buenos Aires es peor, Horacio dice que es mucho peor, yo no sé. Esa noche yo sentía la ropa pegada, todos tomaban y tomaban mate, dos o tres veces salí y fui a beber de una canilla que había en el patio entre los malvones. Me parecía que el agua de esa canilla era más fresca. No había ni una estrella, los malvones olían áspero, son unas plantas groseras, hermosísimas, usted tendría que acariciar una hoja de malvón. Las otras piezas ya habían apagado la luz, papá se había ido al boliche del tuerto Ramos, yo entré el banquito, el mate y la pava vacía que él siempre dejaba en la puerta y que nos iban a robar los vagos del baldío de al lado. Me acuerdo que cuando crucé el patio salió un poco de luna y me paré a mirar, la luna siempre me daba como frío, puse la cara para que desde las estrellas pudieran verme, yo creía en esas cosas, tenía nada más que trece años. Después bebí otro poco de la canilla y me volví a mi pieza que estaba arriba, subiendo una escalera de fierro donde una vez a los nueve años me disloqué un tobillo. Cuando iba a encender la vela de la mesa de luz una mano caliente me agarró por el hombro, sentí que cerraban la puerta, otra mano me tapó la boca, y empecé a oler a catinga, el negro me sobaba por todos lados y me decía cosas en la oreja, me babeaba la cara, me arrancaba la ropa y yo no podía hacer nada, ni gritar siquiera porque sabía que me iba a matar si gritaba y no quería que me mataran, cualquier cosa era mejor que eso, morir era la peor ofensa, la estupidez más completa. ¿Por qué me mirás con esa cara, Horacio? Le estoy contando cómo me violó el negro del conventillo, Gregorovius tiene tantas ganas de saber cómo vivía yo en el Uruguay. —Contáselo con todos los detalles —dijo Oliveira. —Oh, una idea general es bastante —dijo Gregorovius. —No hay ideas generales —dijo Oliveira. (Cortázar, 2016)
Este relato tiene varias características que hacen que no parezca un relato normal. La Maga al contar lo ocurrido, no usa todos aquellos elementos comunes en las narraciones de violaciones, como el forcejeo, la congelación del cuerpo, la inhabilidad de gritar, la vergüenza, el sentimiento de suciedad y el temor a contarle a alguien al creer que se habría obrado mal. No es distinto de cualquier otro relato que La Maga pudo haber hecho de su pasado, quizás un día que su padre la castigó o el día que visitó un museo. Las señales presentadas son las de una persona en una situación cotidiana.
Es llamativo este relato, porque un abuso sexual, más todavía de las características en que lo describe La Maga, no solo tiene efectos físicos inmediatos, como moretones, heridas y lesiones e infecciones vaginales, sino que también pueden conllevar reacciones de estrés agudo, estrés postraumático, crisis de pánico, depresión, trastornos ansiosos o de personalidad, trastornos de sueño, pérdida de control de esfínter y/o trastornos alimenticios. Esto en cuanto a efectos físicos. Otros daños que podría ocasionar son intentos de suicidios, desmotivación, baja autoestima, culpa, hiperactividad, problemas de atención, trastorno de aprendizaje, alteración de las funciones cognitivas, hostilidad, rechazo a las figuras adultas, temor al agresor, fuga del hogar, deserción escolar, conductas sexualisadas y/o aislamiento social (Ministerio de Salud de Chile, 2011). Es decir una agresión de esta índole, deja marcas permanentes en la persona, así hayan pasado varios años del hecho en sí. Es por esto que la narración no es como una historia de otro estilo, como si fuera contar alguna anécdota sin importancia. Un daño así, se ve reflejado en el lenguaje verbal y corporal. Ejemplos de estos quedan más claros cuando es otro tipo de agresión, como violencia física en que los niños quedan con tartamudez o se orinan en las camas hasta avanzadas edades. Un relato de violación deja marcas en los niños también y en el futuro adulto que será posteriormente.
Por otra parte este relato puede variar si se trata de abusos sexuales contra menores. El Servicio Nacional de Menores (SENAME), en 2011 publicó una guía clínica sobre abusos sexuales a menores, en el que detalla que a junio del 2010, se registraron 6.194 casos, de los cuales un 75% fueron niñas y los tramos de mayor riesgo era entre 6 y 11 años. (Ministerio de Salud de Chile, 2011).
En los casos de personas que han vivido una violación o abuso, aún después de décadas de ocurrido el suceso tan lamentable, el mismo cuerpo que habla sobre la violencia, cualquiera haya sido, cuando por fin se cuenta esta experiencia, siempre se mantiene un tono solemne, serio, exigiendo respeto del receptor y el lenguaje corporal cambia, se vuelve rígido, el rostro toma un rictus, hay casos en que los brazos se cruzan por el frente, las piernas se cierran y el cuerpo se vuelca en sí mismo. La expresión facial puede ser seria o de disgusto.
El segundo punto que llama la atención es la actitud de Oliveira. Se enoja porque la Maga cuenta su experiencia. Luego en otro capítulo habla irónicamente sobre esto.
—Tantas veces —dijo Oliveira, cambiando la yerba—. Para la autobiografía sentimental sos de una franqueza admirable. Que lo diga Ossip. Conocerte y oír en seguida la historia del negro es todo uno.
—Tengo que decirlo, vos no comprendés.
—No lo comprenderé, pero es fatal.
—Yo creo que tengo que decirlo aunque sea fatal. Es justo que uno le diga a un hombre cómo ha vivido, si lo quiere. Hablo de vos, no de Ossip. Vos me podías contar o no de tus amigas, pero yo tenía que decirte todo. Sabés, es la única manera de hacerlos irse antes de empezar a querer a otro hombre, la única manera de que pasen al otro lado de la puerta y nos dejen a los dos solos en la pieza.
—Una especie de ceremonia expiatoria, y por qué no propiciatoria. Primero el negro.
—Sí —dijo la Maga, mirándolo—. Primero el negro. Después Ledesma.
—Después Ledesma, claro.
—Y los tres del callejón, la noche de carnaval.
—Por delante —dijo Oliveira, cebando el mate.
—Y monsieur Vincent, el hermano del hotelero.
—Por detrás.
—Y un soldado que lloraba en un parque.
—Por delante.
—Y vos.
—Por detrás. Pero eso de ponerme a mí en la lista estando yo presente es como una confirmación de mis lúgubres premoniciones. En realidad la lista completa se la habrás tenido que recitar a Gregorovius. La Maga revolvía la bombilla. Había agachado la cabeza y todo el pelo le cayó de golpe sobre la cara, borrando la expresión que Oliveira había espiado con aire indiferente.
—Después fuiste la amiguita de un viejo boticario, y el hijo de un comisario todo el vento te sacó… Oliveira canturreaba el tango. La Maga chupó la bombilla y se encogió de hombros, sin mirarlo. «Pobrecita», pensó Oliveira. Le tiró un manotón al pelo, echándoselo para atrás brutalmente como si corriera una cortina. La bombilla hizo un ruido seco entre los dientes.
—Es casi como si me hubieras pegado —dijo la Maga, tocándose la boca con dos dedos que temblaban
— A mí no me importa, pero…
—Por suerte te importa —dijo Oliveira—. Si no me estuvieras mirando así te despreciaría. Sos maravillosa, con Rocamadour y todo. (Cortázar, 2016)
Congelada
Esta otra conversación es todavía más violenta por la forma en que Oliveira se ríe del pasado de La Maga, hace chistes, es violento y luego termina con un “sos maravillosa”. Es violenta la honestidad del autor. La manera en que trata a su pareja y cómo ella se deja tratar. Existen miles de relatos de mujeres que con profunda humillación cuentan el momento en que se abrieron con sus parejas y les contaron su pasado que tanto las atormentaba y como ellos no apreciaron la importancia de esta historia y se burlaron. Eso las marcó todavía más. Las hizo sentirse solas, incomprendidas, vuelve la victimización.
Desde la voz de mujeres, una violación no suena así. El medio digital Interferencia publicó una nota con relatos de violaciones de varias jóvenes, a partir de lo ocurrido con Antonia Barra, joven que se suicidó luego de ser violada por Martín Pradenas y que al momento de contarle a sus amigos, se rieron de ella. La joven se suicidó tras no soportar las humillaciones al contar lo ocurrido. En la nota aparecen casos de otras jovenes quienes por ejemplo relatan lo siguiente.
(16 años) “Habíamos estado en una fiesta y nos quedamos varios a dormir en su casa, en medio de la noche se encerró en la habitación donde yo estaba y me violó. Yo me paralicé. Tenía miedo, traté de pegarle, de quitarme de ahí, pero era más fuerte que yo y no pude resistirme. Recuerdo que sólo rogaba que terminara luego para salir de ahí corriendo”
(28 años) “Un día me encerró en un box en la hora de colación, no había nadie más que nosotros en su consulta, un centro médico en el centro de Viña. Me desvistió y comenzó a manosearme y besarme. Me congelé, no supe qué hacer. Después de un rato me hizo vestirme; yo seguía en shock. Él hizo como si nada y hasta me invitó a almorzar al día siguiente, me obligó a abrazarlo y me dijo “esto nos hace bien a los dos”. Yo no procesaba lo que había pasado. Una vez que llegué al auto recién caí en cuenta” (Landaeta, 2020)
En el caso Harvey Weinstein, una de las víctimas relata lo siguiente: Según el testimonio durante el juicio, Weinstein le quitó la ropa y le comenzó a practicar sexo oral. Ella le pidió que parara, le dijo que estaba menstruando e intentó zafarse en varias ocasiones, pero él no paró. Fue en ese momento cuando lo tuvo claro: «Me están violando», pensó, tras lo que se sintió en «shock», se vio sin escapatoria y aguantó la agresión. Unas semanas después, Haley se reunió de nuevo con el productor en un hotel de Tribeca y al entrar en su habitación este la cogió de la mano y la llevó a la cama, donde se quedó «paralizada» mientras la violaba y la llamaba «zorra y puta». (Zurro, 2020)
En un estudio sueco publicado en la revista Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica en mayo de 2018 revela hasta qué punto es normal que las víctimas de una agresión sexual experimenten una parálisis momentánea que les impide resistirse o gritar. Los investigadores entrevistaron a cerca de 300 mujeres que habían acudido a una clínica de urgencias de Estocolmo en el mes posterior a haber sufrido una violación o un intento de violación. El 70 por ciento afirmaba haber experimentado una significativa «inmovilidad tónica» o parálisis involuntaria durante la agresión. (Greer, 2019)
Si La Maga entonces está contando su relato que un negro la viola en plena noche y no puede gritar, no es porque crea que la van a matar, si no que es un signo físico, que impide a las personas gritar. Marcar la diferencia es relevante. No gritar porque creer que la van a matar es una decisión consciente. No gritar por parálisis es un efecto de la violación. Decir entonces que la Maga a sus 13 años, víctima de violencia toma una decisión es irrespetuoso con todas las víctimas de agresiones de esta índole del mundo, que en contraste con La Maga, no decidieron, por tanto “se dejaron”. Este argumento ha sido utilizado injustamente en juicios de agresiones sexuales a nivel mundial.
Siguiendo esta línea, se puede mencionar el caso del cuento infantil “¡Estela, grita muy fuerte!”, cuento pensado en educar a los niños en advertir cuando sean víctimas de estas agresiones, cuenta la historia de una niña, cuyo tío hace cosquillas en sus partes especiales. La moraleja es que Estela entonces debe gritar fuerte para que todos sepan y puedan socorrerla (Olid, 2008). Este cuento generó amplios debates sobre la moraleja que deja por lo mismo, la parálisis involuntaria es uno de los síntomas más recurrentes. El no poder gritar entonces además de la culpa y el miedo puede generar frustración por no poder haber hecho caso a la historia. Este es un libro dedicado a la educación sexual de niños y niñas entre 6 y 11 años. Este tipo de errores en las narraciones así sea dedicadas a adultos, jóvenes o sean historias educativas para la infancia, deben tener cuidados específicos sobre estas materias para el correcto manejo de las víctimas.
Desvalorización del relato
En su libro “sobre la violación” la autora Germaine Greer explica que se tiende a creer que la vagina y la violación son términos sacralizados, son temas tabúes, pero aclara que no es así. En el caso de la vagina, la autora explica que “Pese a que a algunas personas nos guste sacralizar la vagina, y consideremos una profanación que se haga un uso banal de ella, esta nunca ha sido objeto de veneración. La palabra «vagina» es en sí misma un insulto. El término en latín significa «vaina», esto es, la funda de la espada” (Greer, 2019), siendo la espada una metonimia. Por otra parte, sobre la violación y luego de estudiar datos a nivel mundial sobre esto, aclara que “La violación no es un suceso insólito y catastrófico, ni tampoco un acto extraordinario perpetrado por un monstruo; desde la más banal a la más brutal, la violación está en la urdimbre de la vida cotidiana” (Greer, 2019). Entonces añadir frases “los hombres que violan son cobardes”, es parte de una publicidad moderna para comenzar a criminalizar este acto, ya que es un acto común. Por último, esta autora aclara que el mismo término violación se maneja con ambigüedad. El silencio no es consentir, el dejarse no es consentir y estos límites también han sido motivo de confusión para muchas mujeres, víctimas de la violación cotidiana. Así si la misma mujer no sabe que está siendo violada, mucho menos puede parar esta situación o hacer algo al respecto. (Greer, 2019)
En el libro de Joanna Russ, Cómo acabar con la escritura de mujeres, la autora analiza citas de autoras que explican el fenómeno de la escritura de la violación por parte de hombres.
Susan Brownmiller señala que: Un mundo sin violadores sería un mundo en el que las mujeres andarían libremente y sin miedo a los hombres. Que algunos hombres violen supone amenaza suficiente para mantener a todas las mujeres en un estado constante de intimidación, conscientes en todo momento de que deben mostrar a la herramienta biológica un temor reverencial, pues puede transformarse en arma con súbita rapidez, movida por intenciones dañinas. (Russ, 1983)
Por otra parte, la mantención de la virginidad hasta el matrimonio como signo de pureza, la mantención de la pureza y de ciertos caracteres impuestos por hombres como estereotipos, también han convertido la violación en una herida que no se borra. La víctima entonces al narrar su experiencia, se convierte en superviviente.
Germain se pregunta entonces. ¿Cuánto daño causa un violador? En lo que respecta a heridas físicas, estas suelen ser consecuencia de la agresión, no de la violación en sí. Los relatos de las consecuencias psicológicas atribuyen el sufrimiento de la mujer a la propia violación, lo que hace que parezca algo catastrófico. A las mujeres violadas se les dice no solo que han sufrido un daño irreversible en cuerpo y alma, sino que si no lo reconocen es porque están en fase de negación. Y realmente las daña. Según la Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto de Estados Unidos, el 33 por ciento de las víctimas de violación contempla suicidarse y un 13 por ciento lo intenta. (Greer, 2019)
“Muchas feministas argumentan que la devaluación automática de la experiencia de las mujeres y los consiguientes comportamientos, valores y juicios surgen de la propia devaluación automática de las mujeres, de la creencia de que la masculinidad es «normativa» y la feminidad algo «anormal» o «especial». Esta creencia, dice Phyllis Chesler: permite a los hombres no vivir el sufrimiento femenino como algo representativo del sufrimiento humano, y por tanto masculino. El sufrimiento femenino es … menos relevante, menos significativo, menos amenazador que el dolor que experimentan los hombres” (Russ, 1983) y esta es la actitud que se percibe en Oliveira cuando La Maga relata su violación. Por otra parte, se tiende a creer que se debe dar más relevancia al relato de víctimas cuando son niños a cuando son niñas, ya que por ser hombres, esto puede llevar a confusiones sobre su sexualidad, lo que es un prejucio sobre este tipo de hechos. (Ministerio de Salud de Chile, 2011).
Por otra parte, al narrar una violación, la forma en que la hacen hombres y mujeres es completamente diferente. El caso actual que deja en manos de la prensa los relatos del mismo hecho por parte de ambos involucrados, es el caso de Antonia Barra la joven violada por Martín Pradenas, que luego del hecho se suicidó. Antonia estaba en estado de ebriedad y en un audio por WhtsApp le explica a una amiga “Lo único que me acuerdo fue como haberme despertado, o estar más consciente y el hueón estaba arriba mío y yo le dije ‘sale mierda’… Me vestí… y me fui (de la pieza). Y llamé a la Consu. Tú no sabes cómo me siento, me siento sucia”. Por el contrario, en el juicio oral, Martín Pradenas relata “En un momento Antonia empezó como que no… se empezó a bajar un poco la intensidad del momento. Yo intenté en ese sentido, o sea le dije ‘ya, vamos a lo que vinimos’, digamos. Y Antonia como que puso un poco de párele en el asunto, como ‘no, no, no’“, pero señala que ella se sacó la ropa sola. (Olavarría, 2020)
Aquí podemos ver algunos de los elementos comunes que se mencionan anteriormente en el relato de Antonia, quien dice que se siente sucia y no quiere denunciar por lo que puedan pensar sus padres. La joven guardó silencio por semanas hasta que el 12 de octubre de 2019 llamó por teléfono a su exnovio, Rodrigo Canario. En la llamada, que Canario grabó, Barra relató la agresión sexual de Pradenas. «Repugnante» y «cerda de mierda» fueron algunos de los insultos de Canario. La expareja de Barra reenvió la grabación y Pradenas se enteró ese mismo día de la llamada. El 13 de octubre de 2019, Antonia, de 21 años, envió otro mensaje a Canario, esta vez despidiéndose. Ese día la joven se suicidó en su casa. (EFE Noticias, 2020)
Considerando estos aspectos a la hora de narrar una violación, entonces se puede ya analizar lo que ocurre en la literatura. En primer lugar se identifican claramente en el relato de La Maga una frialdad absoluta. Si bien dice que siente la necesidad de contar su experiencia, no lo hace desde la supervivencia, si no que (tal como ella misma aclara) para desechar desde un principio a los hombres. Es decir, la vivencia la deja a ella como un ser poco deseable (Cortázar, 2016). Por otra parte, en el relato no están presentes ni su actitud corporal, ni los tonos de voz. Además tiene una actitud desafiante en pleno relato cuando encara a Oliveira y le dice que Gregorovius tiene derecho a saber.
En el otro párrafo anteriormente citado, La Maga le sigue el juego a Oliveira cuando se burla de un narración y aprovecha y enumera las otras malas experiencias de La Maga. Esta actitud no es natural. Pero en la literatura no es el único caso que se puede encontrar de violaciones. En este sentido se puede hacer un paralelo entre cómo lo relatan hombres y mujeres. Como decía Chesler, el sufrimiento femenino es menos relevante y si se ha de describir, se tiende a exagerar (Russ, 1983).
Virginia Despentes a sus 23 años, escribió un relato de dos mujeres, una actriz porno y una prostituta que recorren Francia escapando y asesinando. En el libro, se relatan varias escenas de sexo explicito, pero son dos las que relatan una violación.
La actriz porno y una amiga están en la playa y llega un auto con hombres. Luego de rechazarlos, los hombres se ponen violentos y las violan. La amiga lo vive así:
Karla está tirada en el suelo a su lado, las convulsiones sacuden su cuerpo, alguien se mueve encima. Tiene las piernas muy blancas y fofas, extendidas a los lados. La piel manchada de tierra y hierba. El culo del tipo sube y baja, blanco con granos rojos y unos cuantos pelos negros. A ratos da sacudones más violentos, y cada vez que lo hace Karla grita, lo cual parece satisfacer más al tipo. (Despentes, 2019)
La otra chica, la actriz porno lo vive de esta otra manera:
El tercer tío le pide a Manu que se dé la vuelta. Dice: —Límpiate el culo, estás llena de tierra. Ella mira al suelo, en la hierba hay un poco de sangre suya, de cuando el tipo le pegó en la nariz. Otro, de pie, los observa. El que le está dando por detrás se exaspera. —Es como follarse un cadáver. El que observa añade: —Mírala, ni siquiera ha llorado. Joder, eso no es una mujer. Ella mira al que acaba de hablar, gira la cabeza y echa un vistazo al otro por encima del hombro. Sonríe. —Pero ¿tú qué te crees que tienes entre las piernas, imbécil? El tipo se retira. Más le valdría haber cerrado el pico. ¿Cómo se le ha ocurrido meter más mierda? El más bajito de los dos, el de los mocasines, dice: —Se me han pasado las ganas, estas cerdas son demasiado asquerosas. Pura basura. (Despentes, 2019)
En estos dos fragmentos es posible ver algunos de los signos de que estas no son relaciones sexuales consensuadas, como los gritos, la sangre, el rechazo por parte de los hombres y la satisfacción ante la reacción de las mujeres. Esa parte del libro detalla una violación. Esa sería la primera del libro. La segunda es el recuerdo de una joven de 18 años quien en primera persona cuenta como la violaba su papá y la reacción de las dos protagonistas.
Por qué lo trincaron? Fátima duda un instante, lo suficiente para que se note. —Por incesto. Se supo porque me quedé preñada. Nunca lo dije. No sé si por miedo o vergüenza. Pero sabía que era mejor no hacerlo. Yo tenía trece años cuando se lo llevaron. Nadie me escuchó. Esa gente es así, saben mejor que tú lo que ocurre en tu propia casa. Aborté, aunque no recuerdo haberlo pedido. Ellos tenían clarísimo que era lo que había que hacer, sin contar con mi opinión… Me rasparon el día que murió mi padre. Una coincidencia nada inocente. Me pareció extraño. Sobre todo porque tenía derecho a estar triste, pero no por ese motivo. Me dejaron bien claro que hay cosas que no se deben lamentar. Habla en voz baja, con un ritmo sumamente tranquilo. Monocorde y grave, intimista y púdico. Atenúa la brutalidad del discurso sin edulcorarlo. Hay como un metal perceptible justo detrás de ese tono monocorde y grave. Cuando habla mantiene los ojos bajos la mayor parte del tiempo, luego levanta la cabeza y clava la mirada en la de su interlocutora. Está atenta, como si pudiera leer el alma de la otra, capaz de discernir la menor mueca de asco o la artimaña más ruin. Sin juzgar, sin sorprenderse. Dispuesta a verlo todo en sus semejantes. Parece una soberana terriblemente lastimada que solo hubiera extraído del dolor una inmensa sabiduría además de una fuerza implacable. Una resignación majestuosa, sin rastro de amargura.
¿Cuentas a menudo tu historia? —No. Ahora hablo muy poco, he aprendido la lección. Claro que tampoco me encuentro todos los días con unas asesinas de polis.
Nadine aprovecha el ambiente propicio a las confidencias para preguntar:
—¿Y cómo es la cosa con otros tíos?
—No hay otros tíos. Nunca he tenido ganas de hacerlo. Manu se remueve en la silla y decreta, solemne:
—¡Joder, debe de ser la hostia hacérselo con tu propio padre! Fátima se retrae de golpe. Su semblante se vuelve hermético y no dice nada. (Despentes, 2019)
Podemos ver de nuevo la cercanía con que la autora es capaz de retratar este tipo de experiencias. Mantiene los elementos comunes como la vergüenza, el ceder, el sentimiento de suciedad y la solemnidad al contar lo ocurrido. El cuerpo también habla. En este segundo pasaje, la personaje que cuenta su historia no mantiene contacto visual, está muy seria y se tensa cuando siente que la insultan.
En el caso de la narración de violaciones por parte de hombres, se tiende a romantizar estos hechos. El Marques de Sade en Justine y los infortunios de la virtud, cuenta como a Justine la abusan una y otra vez, pero siempre manteniendo el tono de víctima por parte de Justine y el discurso moralista de por medio. El libro llega a ser tedioso, en una letanía constante por parte de Justine. (Sade, 2020). Se trata a la chica como una pobrecita, pero no escatima en detalles contando cada una de las fechorías que los distintos hombres hacían con Justine.
Pablo Neruda por el contrario, usa un recurso distinto. Embellece de tal manera todo el acontecimiento que hasta dan ganas de haberse uno podido asomar por la ventana para ver tan hermosa maldad. En su libro “Confieso que he vivido” cuenta cómo violó a una mujer del aseo mientras vivía como diplomático en India.
Al principio le dejaba regalos o le decía frases cuando la mujer pasaba y ella hacía caso omiso a estas insinuaciones. Así sigue la historia hasta que Neruda narra que “Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”. (Neruda, 2020)
Aún cuando escribe en un libro que se irá a publicar que viola a una mujer, describe su físico como justificando su acto. Romantiza el hecho al escribirlo como una hazaña del poeta de la que finalmente ni siquiera parece arrepentirse y lo principal era la belleza de la mujer, que hace que el acto en sí sea justificable.
Volviendo entonces a Russ, ella toma la cita de otra autora que comenta cómo ha sido la sexualidad para ella luego de enfrentarse a otros autores. “Aquí tenemos a la poeta Erica Jong, que describe su educación literaria: Lamentablemente, ser mujer significa creerse muchas de las definiciones masculinas … Aprendí lo que era un orgasmo de D. H. Lawrence, disfrazado de Lady Chatterley. … (Durante años, comparé mis orgasmos con los de Lady Chatterley y me pregunté qué iba mal conmigo. …) De Dostoyevski aprendí que ellas [las mujeres] carecen de sentimiento religioso. De Swift y de Pope aprendí que tienen demasiado sentimiento religioso (y que por tanto nunca pueden ser demasiado racionales). De Faulkner aprendí que son la madre tierra y una con la luna y las mareas y las cosechas. De Freud aprendí que tienen superegos deficientes y están «incompletas» para siempre” (Russ, 1983). Se analizan entonces los párrafos de DH Lawrence.
“-Todas las puñeteras mujeres son igual – dijo él-. O no acaban en absoluto, como si lo tuvieran muerto…, o se esperan hasta que el tío está satisfecho y empiezan a darse gusto ellas y el tío tiene que aguantar. Nunca he estado con una mujer que terminara al mismo tiempo que yo.
Connie escuchó sólo a medias aquella información masculina que para ella era una novedad. Estaba anonadada por su reacción contra ella…, su incomprensible brutalidad. Se sentía absolutamente inocente.
-Pero yo también tengo derecho a mi satisfacción, ¿no? -repitió ella.
-¡Muy bien! Yo no me opongo. Pero esperar y esperar a que una mujer se dispare no es ninguna diversión para un hombre… “ (Lawrence, 2016)
Jong entonces es enfática al decir que leer este tipo de relatos sí afectaron su vida adulta. Sí generaron cuestionamientos sobre su sexualidad y si estaba cumpliendo satisfactoriamente su rol. Este cuestionamiento lo hace abiertamente, pero muchas mujeres no comentas estos temas por ser tabúes, por creer que se está obrando mal de alguna manera o que no se está cumpliendo con el deber correctamente.
El tener un orgasmo al mismo tiempo es otro aspecto que se menciona como el punto más alto del romanticismo y que aparece entre autores tan relevantes como Ken Follet, Carlos Ruiz Zafón, Ildefonso Falcones, Roberto Ampuero y cuanto hombre que se le ocurra escribir sobre sexo. Esto pasa a ser parte de una fantasía ya que un 75% de las mujeres jamás ha tenido un orgasmo con penetración normal. (Barnes, 2014). Pero nuevamente se imponen en la literatura tantos estándares, tantas formas, normas, que es difícil satisfacer estos requerimientos en la vida normal.
La violación de La Maga entonces es violenta, no por lo que le ocurrió, sino por cómo es tomada esta experiencia que resulta ser de las más fatales para una mujer y se burla de ella. Según estudios en Estados Unidos, las mujeres temen más una violación que un asalto y siendo la violación un acto común (Greer, 2019), también es muy probable que casi todas las mujeres que conozcamos y por qué no, varios hombres, hayan sufrido de abusos sexuales y que el sufrimiento que esto conlleva, sea aumentado por estándares sociales perpetuados en laliteratura y en tantos otros medios.
Conclusion
Han pasado más de 50 años desde que se publicó esta novela. En los años 60 comenzaba la revolución sexual de las mujeres, quienes luchaban por su liberación con el movimiento hippie.
Vonda McIntyre explica “Ahora mismo hay un montón de clásicos literarios o de cine que nos resultan insoportables … debido a los supuestos sexistas que subyacen. Creo que en unas cuantas generaciones serán o incomprensibles o tan ridículos que a la gente le harán hasta gracia”. (Russ, 1983)
Vale la pena entonces tomar en cuenta estos relatos e ir despejando las nebulosas que existen en torno a ellos. Aclarar que un hecho tan relevante como una violación deja una mácula en la víctima, tanto como cualquier otra violación a los derechos humanos en cualquiera de sus formas.
Puedes leerlo como artículo en la
Revista Re-Presentaciones aquí
Ve mi presentación sobre este tema en el Congreso Liminal de La Universidad De Santiago en este link
Bibliografía
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