Angustiada

Siempre he querido saber mi futuro. No es una cuestión de dudas, de incertidumbre, es control. Odio no tener el control de las cosas. Más todavía esforzarme mucho por algo que no sucederá. Me gustaría un cartel de advertencia que se iluminé rojo si es que todo el esfuerzo que estoy poniendo en algo es en vano. que alguien me diga de antemano que todo va a estar bien. Pero no me sirva que sea un mortal común, que maneja la misma información que yo, no. Tiene que ser un ente superior.

Hay quienes tienen sueños premonitorios con antepasados o seres queridos que murieron. Jamás me ha pasado eso. La única vez que me ocurrió algo así, fue cuando soñé que un fantasma se sentaba en la esquina de mi cama. Sentía su peso en la esquina de mi cama. Yo, cansada, le pegaba una patada para que se corriera, pero como era fantasma, no sentí que mi pie chocara con algo. Pateaba al aire, pero el fantasma seguía ahí. Al rato el fantasma se acurrucó a mis pies y me obligó a moverme. Por no pelear con esta presencia, me corrí un poco. Pero el fantasma no se rindió. Se acostó cuán largo era en un costado de mi cama, que no era ni tan grande tampoco. Yo ya encontraba que se estaba pasando mucho, así que insistí en pegarle patadas, pero no pasó nada. El fantasma sí que podía golpearme, porque me dio un codazo para que me moviera más allá. Desperté enojada, cansada y casi colgando de la orillita de la cama.

Moría por uno de esos sueños con algún muertito que me dijera que todo iba a estar bien, que me diera consejo, que me diera instrucciones.

Todas mis amigas iban a veces a verse la suerte con alguna tarotista, pero me daba pánico si quiera acercarme. Una vez salí con un tarotista. Cuando me dijo que sabía leer las manos, sin pensarlo, le estiré mis palmas. «Tuviste una pérdida» me dijo. Lloré toda la tarde pensando que había tenido un aborto natural. Le conté a mi amiga y me respondió con un solo link. Me sentí tan tonta. Nunca he tenido un aborto natural. Nunca he tenido una pérdida.

Una amiga fue a una tarotista y le dijo varias cosas. Yo la escuchaba embobada, porque eran predicciones más o menos específicas. Iban pasando los meses y veía cómo se iban haciendo realidad las predicciones. «Quizás está condicionada. Quizás lo hace por la predicción».

Hubo una época en que me hice adicta al horóscopo. Lo leía hasta dos veces al día. Me volví cada día más adicta, sobre todo por la falta de especificidad de las predicciones, porque no decían nada y necesitaba un sí o un no. Leía la predicción y luego investigaba si Marte sobre Orión era un sí o un no. Mercurio retrógrado: ¿es sí o no? Venus brillante ¿Es sí o es no?

El día que decidí que no podía depender de una lectura de futuro, fue un día que pedimos comida china. Hicimos un mini ritual riéndonos de la situación y abrimos nuestras galletitas al mismo tiempo. Yo estaba nerviosa. Estaba en pleno proceso, preparando cambios importantes para mi futuro, tomando decisiones. Era tal el nivel de incertidumbres, que vivía con dolor de estómago de pura neurosis. Necesitaba esa galletita. Necesitaba que me diera un par de números, iría a comprar algún cartón de lotería o lo que fuera, un raspe o algo y esperaría alguna mínima ganancia. Esa sería mi señal, que la galletita tendría o no razón.

Mi hermana, junto a mí, abrió su galletita primero. «Viene un gran viaje para ti». Ella gritó emocionada. Mi madre abrió su galletita y en señal de protesta, tiró su papelito sin leerlo. Mi otra hermana se lo arrebató y lo leyó en voz alta. «Alguien confiará en ti», ambas se miraron y luego tomó su papelito y leyó «Trabajando en múltiples tareas a la vez, lograrás tu objetivo». Mi hermana decía «Sí, es lo que hago todo el tiempo».

Necesitaba saber, pero el destino tenía otra sorpresa para mí. Mi galletita no tenía papel.