El conocido profesor Jaime Campusano («usted, no lo diga»), opinó sobre el show de la comediante Jenny Cavallo en el Festival del Viña. Aunque no lo vi, sé de qué habló. La humorista hizo su monólogo en vivencias femeninas como son las tareas domésticas y la sexualidad.
El diario La Segunda pidió la opinión a varios personajes, entre los que destacó la participación del profesor Campusano. La opinión era breve, pero hay dos frases que llamaron mi atención e hicieron que se me encogiera el útero.
«Escondió bien su feminazismo» es parte del comentario. Esconder el feminazismo. Un hombre pidiendo igualdad, es un líder, un luchador, un héroe. Una mujer pidiendo igualdad es feminazi… Nazi… Ninguna descuartizó a nadie, pero pedir que no maten a más mujeres en lo que la prensa llama «dramas pasionales», es ser nazi. Pedir sueldos iguales, es ser nazi, exigir derechos que los hombres tienen hace siglos, nos hace nazis. ¿Fue Martin Luther King entonces un nazi? Él pedía igualdad. Quizás el padre Hurtado fue otro nazi. Hay que dejar de decir eso. Uno, porque no podemos seguir burlándonos del dolor de muchos que sufrieron en el Holocausto y dos, porque no es nazismo pedir equidad.
«Prefiero que el mundo femenino sea un misterio para el varón», porque como el mismo profesor añade después, «No me gusta que un par de chistosas le quiten romanticismo al tabú». ¿Qué pasa si yo quiero lo mismo? ¿Qué pasa si no me dan ganas de ver hombres meando en la calle a plena luz del día? Me encantaría que en esos casos, se volviera un misterio para la mujer. Los que se pasean por la calle rascándose los testículos o los chistosos que por décadas se han presentado en diferentes escenarios, revelando todo aquello que preferiría se mantuviera en misterio. Hace rato que le quitaron el romanticismo o el misterio a la masculinidad.
Un profesor de lengua, de discurso y oratoria, no lanza palabras al aire así no más. Las escoge sabiamente. Sabe lo que significa cada uno de los términos que emplea. Él decide usar «feminazi» y «tabú»… Tabú es la condición de las personas, instituciones a las que no es lícito censurar, pero que el profesor Campusano pide que se oculten. Pide que los temas relacionados a las mujeres se escondan bajo un velo «romántico».
Hay más de 7 mil millones de personas, de los cuales 3,5 todavía se preguntan despacito al oído si tienen una toallita que les puedan regalar. Rápidamente una busca en su cartera y se la pasa, cubriéndola con la mano, mientras la otra a toda velocidad la guarda en su bolsillo o dentro de su manga. Como algo prohibido. Es un tabú un proceso natural que ocurre una vez al mes durante 45 años de la vida de una mujer. Si llega un hombre y pregunta qué ocurre, mejor será responder con un simple «me siento mal, me duele la guata». Decir el número de parejas sexuales, otro tabú. El embarazo, la lactancia, el cuerpo, las carreras profesionales, pensar, opinar, querer un futuro mejor. Puros tabúes. Cuántas mujeres con problemas de colón e hinchazón porque no se atreven a cagar en las oficinas. No exagero. Es otro de los temas que hablamos con las amigas.
No recuerdo haber escuchado a ningún escandalizado cuando los humoristas hablaban con total derechos sobre el cuerpo de las mujeres y describían en detalle qué les gustaría hacerles. Nunca se menciona el consentimiento o el respeto, pero eran hombres y era humor. Mientras no sea «feminazismo» no importa.
Tal como él mismo plantea, le cambio una sola letra. Las chilenas nos estamos cabreando de la igualdad desigual de género.