120 deudores educacionales interpusieron una demanda contra el banco Skotiabank por clausulas abusivas en los contratos de su crédito con aval del Estado. Esto no empezó ahí, empezó antes.
En 2005, el Presidente Ricardo Lagos promulgó un montón de reformas, cambió la constitución, hizo leyes nuevas y se volvió loco firmando cosas. Entre esto, el CAE, crédito con aval del estado. No se necesitaba que el papá o la mamá firmara como aval, el Estado lo haría. Al año siguiente, yo cursaba cuarto medio. El año de decidir que haría del resto de mi vida. Averigüé que carreras quería estudiar, dónde y cómo. Jamás se me ocurrió ver el precio. Quería ser diseñadora. El 2008 firmé un crédito con un 5,8% de interés anual.
Tampoco fui muy brillante. Elegí una carrera que no era para mí, en una universidad que no me gustó. Me cambié a otra y a otra… y a otra. Yo firmaba y renovaba el crédito.
El otro día me llegó la cuenta. Es suficiente para poner el pie de un departamento en Providencia. Es suficiente para comprar un auto Ford, un Audi, un Jeep, John Deer… Con esa cantidad de plata, vive una familia por un año y medio. Son 76 sueldos mínimos. Es un año viajando por el mundo con lujos y shopping. Serán 15 años de mi vida pagando cuotas de 80 mil. Este año lo sentí por primera vez, como una cuerda en mi cuello. Cada vez que se menciona el tema de la deuda, la cuerda aparece en mi cuello.
Hoy fue la marcha de los deudores educacionales. Aparecí en la Alameda a la altura de Portugal, por el costado de la Universidad Católica. Llegué ahí a las 11 de la mañana. Había poco tráfico, poca gente en las veredas y mucha fuerza policial y vallas papales. Esperé a la Nati en esa esquina.
Miré un momento la fachada de la Universidad Católica. Desde 1888 que estaba ahí. Cien años antes que mi universidad. Aunque recibe subvención del estado, mi carrera en esa institución cuesta un millón 200 mil pesos más. En la Chile, eran solo 100 mil pesos menos y un año más.
Cuando llegó la Nati, caminamos juntas a Baquedano, desde ahí comenzaba la marcha. Yo iba preocupada, pensando que iría poca gente. Saqué mis lentes de sol y en el estuche leí el brillante logo «Versace». Mis lentes no son Versace, pero como son grandes, los de la marca original no cabían. Por un momento me sentí la peor deudora educacional. Al llegar, vimos que había poca gente y que estaban afuera del teatro de la Chile haciendo nada. Nos compramos un café en el Starbucks y nos sentamos a esperar.
Se escuchaban historias de la gente, todos comparaban sus situaciones. «Me endeudé por 13 millones de pesos», «Me endeudé con el Skotiabank. Esos weones me persiguen todo el día. A una amiga mía la embargaron. No tenía más que su cama y sus libros». Un enfermero, de unos 50 años se me acercó a preguntar por mi sutación. «DEbo demasiada plata señor. Tengo Cae y FS. Mi amiga tiene FS y Corfo», el me respondió «Yo soy enfermero y tengo dos hijos en la U, estoy encalillao a más no poder, pero tu estás peor».

Había un joven de unos veintimuchos o treintaypocos. El sostenía un cartel que rezaba: «Lagos nos hizo creer que el dedo era para Pinochet y se lo metió al pueblo». Cada palabra era de un color distinto. Cuando comenzamos a marchar, el levantó su cartel y avanzó delante de mí. Al reverso, tenía una nota más pequeña que decía «Mi deuda: 43 millones de pesos». Con su deuda el podía poner un pie en un departamento en Vitacura.
La batucada empezó a sonar, los vendedores de silbatos, vuvuzelas, banderitas, circulaban.
Empezamos a bajar por la Alameda. El enfermo, enojado, me dice «No vino nadie!, nunca nos van a tomar en cuenta así». No sé de dónde, pero en la medida que avanzábamos, llegaba más gente. Mientras más gente llegaba, más historias escuchaba. «Este mes no pagué el cae. El interés ya debe estar tocando el cielo». Porque, una vez hundidos en el problema, Felipe Bulnes, ministro de Educación en 2011, compró (digo compró, porque no se condonó la deuda) la diferencia para rebajar el interés a un 2% para todos. Ese beneficio solo es válido los primeros 5 días del mes. No días hábiles, sino que hasta el quinto día, independiente de que hubiera un fin de semana de por medio o un feriado largo como ocurre en noviembre y mayo. Tampoco aceptan transferencia bancaria. Hay que salirse del trabajo, hacer la fila y pagar por caja. Por eso que muchos no alcanzan y la cuota que era de 80 mil, puede subir a 100 mil.
Avanzábamos por la calzada sur de la Alameda. Mas historias. «Yo no debía tanto, eran como 7 millones, pero mi crédito es con Corfo. Llevo un año pagando. Cuando revisé mi saldo pendiente, era el mismo que a inicio». Se mezclaban con las historias abusivas de AFPs, de gente que se jubilaba con un mínimo. Pasó una SUV por la calzada norte bocinenando en señal de apoyo. Era un auto grande y blanco. Al verlo pensé: «eso cuesta mi CAE».
Las batucadas marcaban el paso. Ya a eso de las 12 y media, éramos muchos. no sé cuántos, porque iba más adelante, pero se notaba. Las canciones de siempre, canciones nuevas, niños con banderitas, perros vagos, y agrupaciones universitarias, todos íbamos en dirección sur. Cada vez que aparecía en el camino un montón de Fuerzas Especiales, los cantos eran contra ellos.
En el frontis de la Universidad De Chile, había una tremenda pancarta desplegada «construyamos juntos una educación superior pública para Chile». La diferencia entre esa y mi universidad privada, eran 100 mil pesos. ¿Dónde está lo público? Gente decía «Era trabajar en mi sueño y endeudarme más o en cualquier cosa y empezar a pagar». Nosotros mismos creamos seres individualistas, con gente que debía pagar educación, salud, pensiones, cuidar a sus padres, llevar a sus hijos al colegio, además de casa, luz, agua, gas, dentista, doctores… Después de eso, no hay dónde caerse muerto. No queda espacio para pensar en el de al lado, si uno mismo no termina de ayudarse. Maslow lo dijo primero poniendo la solidaridad en el último de los escalafones de su pirámide.
La marcha culminaba en Los Héroes. En la Moneda giramos y nos fuimos. El sentido común y la experiencia, nos decía que nada bueno ocurriría después de esto. Nos fuimos. Mientras dábamos la espalda a la marcha, escuchábamos cánticos desafinados por altoparlante. Desaparecimos por Morandé y nos escondimos en la ciudad.
Cuando llegué a mi casa, el comentario que recibí no fue lo que esperaba: «para qué vas, si sabes que nada va a cambiar…». Si a punta de marchas se rebajó el Cae de 5,8% y el Corfo de 9,2% de interés a un 2%, creo que se puede hacer algo.
Buena Verito, no dejo de sentir una gran impotencia frente a tanta injusticia, tenemos que seguir luchando por ésto!