Saber y Sabor tienen la misma raíz: sapere, que viene del latín. Los sabios, para saber si un lugar era habitable o no, mataban un pajarillo y se comían su higado. Si sabía bien, el lugar era habitable, si no, sabían que debían seguir a otro lado. Es por eso que uno sabe dulce, uno sabe demasiado, uno al final siempre sabe que hacer, porque lo siente en la guata. Ese sentimiento es real, El que sabe, sabe. El que no, manda a otro a que pruebe.