Año 60 a.F.

Una amiga alemana me mostraba su ciudad en un helado día de diciembre. Me contaba que en los años sesenta, la locomoción subió abruptamente. La gente estaba enojada y se rehusaron a utilizar el transporte público a modo de protesta. Aquellos que tenían autos, inscribieron sus recorridos fijos y sus horarios. Aquellos con bicicletas, las prestaban y las dejaban en puntos estratégicos. Había organizadores, que controlaban los «recorridos» en esquinas de la ciudad. Así funcionaron un buen tiempo: en perfecto orden. Su papá era uno de los organizadores y me mostró el paradero que tenía asignado. «¿Te lo imaginas? y sin Facebook ni nada».

 

 

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